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Arquitectura neoclásica

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Iglesia del Colegio de Santa Victoria (Córdoba, España)

La arquitectura neoclásica es un estilo arquitectónico que produjo el movimiento neoclásico que comenzó a mediados del siglo XVIII, por una reacción contra el estilo barroco de ornamentación naturalista así como por el resultado de algunos rasgos clasicistas nacidos en el barroco tardío. Se prolongó durante el siglo XIX, confluyendo a partir de entonces con otras tendencias, como la arquitectura historicista y el eclecticismo arquitectónico. Algunos historiadores denominan el periodo de la arquitectura neoclásica de la primera mitad del siglo XIX como clasicismo romántico, a pesar del oxímoron (oposición de términos), dado que, además de coincidir en el tiempo con el romanticismo, estilísticamente comparte rasgos con la estética romántica, al añadir cierta expresividad y espíritu exaltado a la sencillez y claridad de las estructuras clásicas grecorromanas.

Factores fundamentales que influyeron en la creación de la arquitectura neoclásica fueron los determinantes en el contexto político, social y económico de la época, en que se incluyen destacadamente la revolución industrial, la crisis del Antiguo Régimen, la Ilustración, el enciclopedismo, la fundación de las Academias, el despotismo ilustrado, etc.

La revolución industrial modificó profundamente el ritmo de vida, influyó en adelantos técnico constructivos, empleo de nuevos materiales. El concepto de economía relacionado con el funcionamiento cambió algunos esquemas de organización espacial y aun de relación entre vanos y macizos.

El enciclopedismo, espíritu precursor de la revolución francesa, trajo consigo una concepción romántica de la Grecia Antigua. La Ilustración sostenía que la infelicidad del hombre, se debía a la ignorancia e irracionalidad y que por lo tanto el único camino viable para conducirlo a la felicidad era llevarle la luz de la razón por medio de la educación. En cuanto a arquitectura la educación implicaba el conocimiento y fuentes antiguas tales como Vitrubio, Palladio, Vignola; por lo que ésta hizo uso de los repertorios formales de la arquitectura griega y romana.

Se buscó dar un carácter más científico a las artes, por lo que los artistas debieron ser técnicos más que inventores, e imitadores más que creadores. Este espíritu científico llevó a considerar al arte clásico como un arte progresista, porque estaba desprovisto de adornos sin sentido y buscaba la perfección de las leyes inmutables sin depender de las impresiones subjetivas e imperfectas del artista.

Las Academias para el estudio de las artes surgieron en Italia desde el siglo XVI; las fundadas en el siglo XVIII ya estaban matizadas por la Ilustración, lo que les dio un carácter distinto. La Academia fungió como transmisora de los conceptos en contra del barroco y a favor del neoclasicismo y los diversos tratados clásicos y renacentistas de las Tres nobles artes, así como de obras de carácter técnico y científico que racionalizaban su práctica y ejecución. Entonces el arte comienza a sufrir las consecuencias de una crítica libre, fundada en los principios académicos.

Iglesia de Santa Victoria (Córdoba, España)

La crítica ilustrada

La arquitectura puede ser analizada como una rama de las artes social y moral; La Enciclopedia le atribuyó la capacidad de influir en el pensamiento y en las costumbres de los hombres. Proliferan así las construcciones que pueden contribuir a mejorar la vida humana como hospitales, bibliotecas, museos, teatros, parques, etc., pensadas con carácter monumental. Esta nueva orientación hizo que se rechazara la última arquitectura barroca y se volvieran los ojos hacia el pasado a la búsqueda de un modelo arquitectónico de validez universal.

Nacen movimientos de crítica que propugnan la necesidad de la funcionalidad y la supresión del ornato en los edificios. Francesco Milizia (1725-1798) en Principi di Architettura Civile (1781) extendió desde Italia las concepciones rigoristas a toda Europa. Mientras, en Francia, el abate Marc-Antoine Laugier (1713-1769) propugna en sus obras Essai sur l'Architecture (1752) y Observations sur l'Architecture (1765) la necesidad de crear un edificio en el cual todas sus partes tuvieran una función esencial y práctica y en el que los órdenes arquitectónicos fueran elementos constructivos y no sólo decorativos, todo ello para hacer una arquitectura verdadera: la construida con lógica.

Todos los arquitectos parten de unos supuestos comunes como son la racionalidad en las construcciones y la vuelta al pasado. Los modelos de los edificios de Grecia y Roma e incluso de Egipto y Asia Menor se convierten en referentes que todos emplean aunque desde puntos de vista distintos.

Visionarios

Otros arquitectos, los llamados utópicos, revolucionarios o visionarios, plantearon edificios basados en las formas geométricas. No despreciaron la herencia del pasado clásico y, aunque respetaron las normas de simetría y la monumentalidad, sus edificios son a veces el resultado de la combinación caprichosa de las formas geométricas. Étienne-Louis Boullée (1728-1799) y Claude-Nicolas Ledoux (1736-1806) encabezaron esta postura; entre la gran cantidad de proyectos no construidos merece la pena mencionar el Cenotafio para Isaac Newton concebido por Boullée como una esfera, representación del modelo ideal, levantada sobre una base circular que había de cobijar el sarcófago del científico. Ledoux ha dejado edificios construidos, entre ellos una parte de la utópica ciudad industrial de las Salinas de Arc-et-Senans, de planta circular en el Franco Condado o el conjunto de la Villette en París.

Arquitectura pintoresca

Entre uno y otro grupos aparece una tercera categoría, la arquitectura pintoresca, a partir de la creación de jardines ingleses en el siglo XVIII, ordenados de forma natural lejos del geometrismo del jardín francés. En esta arquitectura se valora la combinación de la naturaleza con lo arquitectónico, la inclusión en el paisaje natural de edificios que remedan las construcciones chinas, indias o medievales. Este juego de formas caprichosas y el aprovechamiento de la luz buscan suscitar sensaciones en el espectador. Horace Walpole (1717-1797) construyó en Strawberry Hill (Londres, 1753-1756) una fantasía gótica de la que su autor dijo que le había inspirado para escribir una novela gótica, una expresión del efecto inspirador de la arquitectura. También William Chambers (1723-1796) creó un conjunto pintoresco en los Jardines de Kew (Londres, 1757-1763) con la inclusión de una pagoda china que reflejaba su conocimiento de las arquitecturas orientales.

"Neo-romano" y "Neo-griego"

Marcadamente historicista en su búsqueda de las fuentes clásicas, el neoclasicismo arquitectónico se encontró con dos posibles vías, que fueron exploradas alternativamente en Francia y Alemania. En Francia, especialmente a partir del Imperio Napoleónico se encontró en el arte imperial romano el modelo idóneo para sus fines propagandísticos y de enaltecimiento personal de la figura del emperador (Templo a la Gloria de la Grande Armée (hoy Iglesia de la Magdalena), de Pierre Alexandre Vignon, proyectado por el propio Napoleón. En el Reino Unido y en Alemania fueron los modelos griegos los que predominaron (Altes Museum de Berlín, de Karl Friedrich Schinkel, el primer edificio del mundo concebido como un museo desde su construcción).

Francia

Plantas sobrias como la Plaza de la Concordia de París y el Petit Trianon de Versalles, ambos de Ange-Jacques Gabriel, de mediados del siglo XVIII, se relacionan tanto con el neoclasicismo como con la tradición anterior del clasicismo francés. Las siguientes generaciones se dirigieron a un concepto más severo y clásico de la arquitectura. Marie-Joseph Peyre (1630-1785) ganó un concurso de la Accademia di San Luca en Roma, y de vuelta a Francia proyectó el Hôtel de Neubourg (hoy destruido), una villa para Mme Leprêtre de Neubourg en los alrededores de París, el primer edificio francés auténticamente neoclásico En 1763, Peyre se dedicó al Hôtel de Condé, una planta menos austera con una interesante columnata. Junto con Charles De Wailly proyectó el Teatro del Odeón de París (1779-1782), reconstruido tras sucesivas destrucciones por incendios.

En ese clima de renovación, se construyeron numerosos teatros por toda Francia, incluso en ciudades de relativamente menor importancia, como Amiens y Besançon. En Burdeos, en los años setenta se levantó el Grand Théâtre, considerado el más bello de la época, con proyecto de Victor Louis, constituido por un bloque rectangular y una fachada precedida de dos grandes columnas corintias.

Jean Chalgrin, con su Escuela de cirugía de París (considerada por Quatremère de Quincy la obra clásica de su época, sala semicircular con gradería y semicúpula de casetones inspirada en el Panteón de Roma y que sirvió de modelo para posteriores salas de reunión -por ejemplo, las diseñadas por el estadounidense Benjamin Latrobe -) o Jacques Gondouin, también se incluyen entre los principales exponentes del estilo clásico de finales del XVIII. Étienne-Louis Boullée y Claude-Nicolas Ledoux se caracterizarán por su visionaria.

En edificios religiosos, una de las primeras reacciones contra el rococó fue la fachada de la Iglesia de Saint Sulpice, del florentino Giovanni Niccolò Servandoni, muy alterada después. El mayor ejemplo fue el Panteón de París, originalmente iglesia de Ste-Geneviève y posteriormente transformado en mausoleo nacional, proyectado por Jacques-Germain Soufflot y construido entre 1757 y 1791, con cúpula inspirada en la de la Catedral de San Pablo de Londres. La ligereza de su construcción se debió a investigaciones sobre las características de resistencia y elasticidad. De Jean Chalgrin, la iglesia de Saint-Philippe-du-Roule (1772-1784), también en París, es remarcable por su nave cubierta por bóveda de cañón decorada con casetones e impostada sobre columnas jónicas. A pesar de las modificaciones (apertura de ventanas) en el siglo siguiente, el esquema ejerció cierta influencia.

Ya en el siglo XIX, en época napoleónica, la iglesia de la Madeleine se incluye en el denominado estilo Imperio. Destinada inicialmente a iglesia de planta basilical, en 1806 Napoleón impulsó su transformación en un Templo de la Gloria, modificando radicalmente el proyecto original para asimilarlo a un colosal templo romano. Mientras en el exterior esa relación es evidentísima, en el interior se limitó a articular el espacio mediante una serie de bóvedas inspiradas vagamente en la modularidad de las termas romanas. En 1806 se comenzó la construcción del Arco de Triunfo de París por Jean Chalgrin; en el mismo año François-Joseph Bélanger cubría con una cúpula de hierro fundido la Bolsa de París (Halle aux Blés, diseñada por Alexandre-Théodore Brongniart). Entre ese mismo año y 1810, se erigió la Columna Vendôme. La principal intervención urbanística de la época fue el planeamiento de la Rue de Rivoli (1801, Charles Percier y Pierre-François-Léonard Fontaine). Consistía en un largo planteamiento rectilineo uniformado y continuo de edificios porticados, que no se llegó a terminar hasta la época del Segundo Imperio Francés, momento en el que se modificó el diseño original con la adición de grandes mansardas.

Con la restauración borbónica, los arquitectos franceses se encontraron sin una guía segura. Las nuevas tendencias surgieron de la Académie des beaux-arts y del Conseil Génèral des Bàtiments Civils. Antoine Chrysostome Quatremère de Quincy (1755-1849), secretario de la Académie durante veintitrés años y convencido defensor del arte clásico fue la figura dominante de esta nueva época. Los límites de su gusto, debidos a la excesiva rigidez de sus ideales doctrinarios, emergieron en numerosos edificios, como el Palacio de Justicia de Lyon iniciado en 1835 por Louis-Pierre Baltard y caracterizado por una severa fachada de veinticuatro columnas corintias. Algunas innovaciones se debieron a Jakob Ignaz Hittorff, sustentador de la teoría según la cual la arquitectura griega debió haber sido rica en colores. Sus obras principales, todas en París, son la iglesia de San Vicente de Paúl, la ordenación de la Plaza de la Concordia y la Gare de Paris Nord (Estación de París Norte, 1859). En esa iglesia, construida en la década de 1830, demostró cómo el neoclasicismo podía variar los modelos antiguos: en el exterior, un pórtico jónico y un frontón quedan flanqueados por dos torres cuadradas; mientras en el interior, dividido en naves de dos órdenes de columnas, se decora rica y polícromamente, de una forma más afín a la arquitectura paleocristiana que a la clásica.

Alemania

Los modelos greco-romanos dieron lugar a una arquitectura monumental que reproduce frecuentemente el templo clásico para darle un nuevo sentido en la sociedad civil. El perfil de los Propileos de Atenas le sirvió a Carl Gotthard Langhans para configurar su Puerta de Brandeburgo en Berlín (1789 a 1791), un tipo muy repetido como atestigua la entrada al Downing College de Cambridge (1806) obra del inglés William Wilkins o los Propyläen de la Königsplatz (que cierran el conjunto de la plaza junto con la Gliptoteca de Múnich y el Staatliche Antikensammlungen) de Leo von Klenze. En Viena, Pietro Nobile construyó dos complejos neogriegos: el Theseustempel (1820-1823) y el Äußeres Burgtor (1824).

Reino Unido

También el inglés James Stuart (1713-1788), un arquitecto arqueólogo al que se ha llamado el ateniense, reprodujo el monumento corágico de Lisícrates de Atenas en su monumento a Lisícrates en Staffordshire. Los hermanos Adam extendieron por toda Inglaterra un modelo decorativo para interiores con temas sacados de la arqueología; una de sus obras más representativas es Osterley Park, con una notable estancia etrusca y un clásico hall de entrada (1775-80).

Italia

Italia prefirió recrear sus modelos antiguos ya bien avanzado el siglo XVIII y en los comienzos del siglo XIX. El modelo del Panteón de Agripa en Roma se repite en un gran número de templos, como el de la Iglesia de la Gran Madre de Dios (Turín) y Basílica de San Francisco de Paula (Nápoles), ambos terminados en 1831, que reproducen el pórtico octástilo y el volumen cilíndrico del Panteón.

España

En España, el barroco del siglo XVII y la primera mitad del siglo XVIII, en todas sus expresiones, dejaba una sorprendente serie de monumentos religiosos y de palacios, residencias y colegios. El contraste entre la arquitectura churrigueresca y la modalidad académica o neoclásica fue tan rudo, que parecían fenómenos artísticos en dos mundos opuestos. En la segunda mitad del siglo XVIII, se impuso el gusto neoclásico impulsado por la Academia de Bellas Artes de San Fernando. En Madrid se desarrollaron grandes proyectos de modificación urbana, el principal diseñado por Juan de Villanueva en torno al Salón del Prado y sus inmediaciones (el Real Observatorio Astronómico, el Hospital de San Carlos, el Jardín Botánico, el actual Museo del Prado -para gabinete de ciencias-), y otros importantes, como San Francisco el Grande (Francisco Cabezas, Francesco Sabatini —autor también de la Puerta de Alcalá—). Fuera de Madrid destaca la obra de Ventura Rodríguez (catedral de Pamplona, capilla de Nuestra Señora del Pilar), que también diseñó las fuentes monumentales del Prado madrileño (fuente de Cibeles, fuente de Neptuno).

Escandinavia

Con influencia alemana o francesa, los países nórdicos desarrollaron una arquitectura neoclásica desde el último tercio del XVIII. En Dinamarca, a partir de los años 1760. Nicolas-Henri Jardin diseñó una sala en el Palacio de Amalienborg (1755-1757) que se considera "la más antigua estancia decorada en estilo neoclásico por un arquitecto francés". Más tarde, Caspar Frederik Harsdorff trabajó en la Catedral de Roskilde (capilla fúnebre de Federico IV de Dinamarca). Seguidamente se afirmó el estilo neogriego, con la figura de Christian Frederik Hansen (1756-1845), que realizó el diseño de la Catedral de Copenhague, con la gran bóveda de cañón sostenida por una columnata dórica que recuerda al proyecto de Boullée para el interior de una biblioteca.

A comienzos del siglo XIX se realiza la planificación de Helsinki, por entonces (1809) un gran ducado ruso. Los mayores edificios públicos de la ciudad se deben a Carl Ludwig Engel (plaza del Senado, Catedral de Helsinki, Palacio del Senado -entre 1818 y 1822- y la Universidad de Helsinki).

América

Estados Unidos

En Estados Unidos, triunfó el palladianismo en el diseño de villas rurales. Entre los arquitectos estadounidenses de finales del XVIII y comienzos del XIX destacan Benjamin Latrobe (penitenciaría de Richmond, Banco de Pennsilvania, Capitolio de Washington -muy ampliado en la segunda mitad del XIX-) y el político Thomas Jefferson (Monticello -la casa de su propiedad-, Capitolio de Richmond, Universidad de Virginia). El propio Latrobe sugirió a Jefferson la solución de la Rotonda para la Universidad de Virginia.

El estilo neoclásico estadounidense se consolidó en la primera mitad del siglo XIX con Robert Mills (iglesias de planta centralizada en Filadelfia, Columna de Washington en Baltimore, edificios de severos pórticos en la ciudad de Washington y, para la misma capital, el diseño inicialmente escogido para el Monumento a Washington) y William Strickland (Second Bank of the United States, Bolsa de Filadelfia y Capitolio de Nashville). A mediados del siglo XIX trabajaron Ithiel Town (Capitolio de New Haven) y Thomas Walter (Capitolio de Ohio en Columbus, 1838, y el Girard College de Filadelfia).

Ya a finales del XIX destaca la Biblioteca de la Columbia University de Nueva York (1893), de Charles Follen McKim y asociados.

Iberoamérica

A los imperios americanos de España y Portugal llegó el estilo neoclásico a través de proyectos diseñados en Europa o bien realizados localmente por arquitectos europeos o criollos formados en las academias de las metrópolis. También hay ejemplos de la adaptación al lenguaje arquitectónico local, que durante los siglos anteriores había realizado una síntesis o sincretismo de los elementos europeos y precolombinos en el denominado barroco colonial. Un ejemplo de ello es la Catedral de Tulancingo, México (1788, José Damián Ortiz de Castro).

Véanse también: Arte colonial hispanoamericano y Arte de la Edad Moderna#Arte colonial, hispanoamericano o indiano e hispanofilipino. A criterios más clásicos pertenecen el Palacio de La Moneda (1784-1805) y la Catedral Metropolitana de Santiago (1748-1800), ambas obras del arquitecto italiano Joaquín Toesca en Chile, el Palacio de Minería (1797-1813, Manuel Tolsá) y el Hospicio Cabañas de Guadalajara (1804-1810, del mismo arquitecto), ambos en México, o el Palacio de Gobierno de Quito (también llamado de Carondelet, 1790 o 1801, Antonio García).

Ya tras la independencia de Hispanoamérica, se desarrollaron programas constructivos en para las nuevas repúblicas. En Colombia se construyó el Capitolio Nacional de Colombia en Bogotá (1847, Thomas Reed, formado en la Academia de Berlín); en Perú la Catedral de Arequipa (1844, Lucas Poblete).

Brasil, que se convirtió en la sede de la corte de la monarquía portuguesa, independizándose de su metrópoli como Imperio del Brasil, también utilizó los recursos de la arquitectura para la glorificación del poder político, y se optó por recurrir a arquitectos formados en la Real Academia de París. A esta época pertenece la portada de la Academia de Bellas Artes de Río de Janeiro o Academia Imperial (1822)22 y el Palacio Imperial de Petrópolis (década de 1840).

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