Oh, Ángel para siempre ya mío
- Sé que eres tú quien me espera bajo las acacias
- al borde del desierto camino pedregoso.
- Sé que eres tú, oh ángel para siempre ya mío,
- quien quiere acompañarme por esa estrecha senda
- que conduce al atril del podium y la palabra.
- Oh, mago arcángel que ostentas mis sueños perdidos
- y la voz de mis ayes sobre tus grandes alas,
- heme aquí en la ciudad que exhibe tu santo nombre
- dispuesto como un girasol más que esplendoroso
- a gritar poemas prohibidos bajo los astros
- igual que un rapsoda enajenado de razones.
- Sé que portas en tu excelsa mano mis deseos:
- la pluma bendecida con el agua del río
- donde un día nos bañamos bajo un sol de fuego,
- el libro apasionado de los sublimes versos
- dañados por la fricción amarga de la vida,
- y la secreta invisible alianza ganada
- cuya inscripción relata la fuerza de la fe
- y el ímpetu del saber que contiene el fracaso.
- Ahora sé, oh ángel para siempre ya mío,
- que has de llevarme a las sabias fuentes donde sacie
- la caricia de la hermosa escritura encalada
- sobre el trono que irradie tu nombre con el mío
- en el vaivén del verbo y la inspiración sagrada.
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CÓRDOBA
- Sé que te amo. Lo sé por la forma en que te miro
- Amo el dulce sueño de tus regios altos muros,
- el solitario marmóreo frío de tus plazas
- bajo las álgidas estrellas de tu ancho cielo
- y el grito vigoroso del agua de tus fuentes.
- Amo tus decadentes sombras petrificadas
- en la hermosa penumbra de los atardeceres,
- el serpenteante trazado curvo y misterioso
- de tus calles vencidas al tiempo y al olvido.
- Amo el dolor detenido de tu quieto río,
- el triste abandono de tus viejas sacras piedras
- y el heredado sueño quebrado de grandeza
- que habita en el aliento tallado de tus cantos.
- Amo la oscura noche reflejada en la alzada
- de tus pórticos flameados por la decadencia,
- la poderosa soledad que a solas te acoge
- y el luengo retablo de la historia sobre el lienzo.
- Amo el fracturado ataurique, el gran columnario
- desgastado por los siglos, el buey reventado,
- y el centenario olivo viejo de los naranjos
- cuyo tronco evidencia el crucial paso del tiempo.
- Amo el suspiro oculto de quienes te habitaron,
- el alma incendiada y transida de tus poetas,
- y el aura sublime y virginal que siempre engendra
- la belleza contra el paso terrible del tiempo.
- De “Poetas Docentes en el Aula ”
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Septiembre
- Que nadie se quede en la puerta. Que entren todos.
- Que participen del gozo de la exuberante cobranza.
- Agasajadlos con los abundantes frutos de mis campos.
- Así gritaba aquel hombre rico a sus criados, nervios
- temiéndose lo peor, como si una fatal intuición
- fuese a cumplirse. Y así ocurrió: nadie se sentó a comer
- a su mesa. Se pasó el día solo, esperando a sus amigos.
- No importa, se dijo, invitad hoy a todos mis vecinos,
- abridles mis puertas, que coman de los copiosos manjares
- Hartadlos con el vino más añejo de la inmemorial cosecha.
- Ofrecedle a los postres lo mejor de mi despensa.
- Pero nadie acudió. Todos, cortésmente, se disculparon.
- Una terrible desazón se apoderó de su espíritu ante tales
- circunstancias. ¿Qué haría con tanta sabrosa primicia?
- Entonces llamó al mayordomo y le hizo saber sus intenciones.
- Reúne a todos los criados y que se coman toda esta comida,
- hoy yo presidiré la mesa, diles que serán mis invitados.
- A la hora acordada nadie se pasó por el gran salón
- y aquel poderoso hombre regentaba una suculenta mesa vacía.
- Una rata comía de soslayo sobre un plato en la otra esquina.
- Y emitió un breve chirrido de palabras con sorna:
- se recoge lo que se siembra
- De “Mácula Lútea ”
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Una ráfaga de luz
- El tiempo es una ráfaga de luz que se dispersa
- hasta perderse en el oscuro interior de uno mismo.
- Esa lenta, pero certera partida hacia la nada
- quema la enérgica memoria y la salva del duelo.
- Cuando el inesperado olvido llega,
- sabes de su dulce clemencia y del don de la piedad.
- Qué requisitos de privilegio pedirás hoy para ti
- a las tres de la tarde,
- sino morir en activo descuido
- en la apacible siesta que te oprima para siempre
- dentro del minúsculo zulo de tu triste melancolía.
- La fingida muerte es quien más nos ama
- y quien mejor nos besa el alma herida y derrotada.
- Llega, aproxímate, abraza, lava, exonera el peso del día,
- ¡Oh, leve sueño, hazme tu prisionero libre una vez más!
- De “Mácula Lútea ”
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