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Corona de Aragón

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La Corona de Aragón (conocida también por otros nombres alternativos) englobaba al conjunto de territorios que estuvieron sometidos a la jurisdicción del rey de Aragón, de 1164 a 1707.

El 13 de noviembre de 1137, Ramiro II el Monje, rey de Aragón, depositó en su yerno Ramón Berenguer el reino (aunque no la dignidad de rey), firmando este en adelante como Conde de Barcelona y Monarcas de Aragón. Petronila tomó el título de "Reina de Aragón" y Ramón Berenguer tomó el nombre de príncipe y dominador de Aragón al hacerse el matrimonio bajo la forma de Matrimonio en Casa (esto supone que, al no haber heredero varón, el esposo cumple la función de gobierno, pero no la de cabeza de la casa, que solo se otorgará al heredero). En 1164, Alfonso II de Aragón heredaría el patrimonio conjunto.

Más tarde, por conquistas de nuevos territorios y matrimonio, esta unión de reino y condado en una sola corona, ampliaría sus territorios del Aragón y Cataluña históricas hasta incluir otros dominios: fundamentalmente los reinos de Mallorca, Valencia, Sicilia, Córcega, Cerdeña, Nápoles, así como, durante breve tiempo, los ducados de Atenas y Neopatria.

Con la boda de los Reyes Católicos en 1469, se realizó la unión con la Corona de Castilla, formando la base de lo que luego se convertiría en la Corona de España, aunque los distintos reinos conservarían sus sistemas legales y características. Con los Decretos de Nueva Planta de 1705 - 1716, Felipe V elimina finalmente todos estos privilegios y fueros, terminando así la unificación.

Algunos historiadores actuales se suelen referir a los monarcas por su alias y no por su numeración, debido a que algunos de ellos tenían una numeración diferente según el territorio al que se hace referencia. Por ejemplo, "Pedro el Católico" en lugar de Pedro II de Aragón.

Nombres alternativos

El nombre de "Corona de Aragón" se aplica en la historiografía actual a partir de la unión dinástica entre el Reino de Aragón y el Condado de Barcelona, aunque no se utilizó históricamente hasta el reinado de Jaime II el Justo a finales del siglo XIII, y entre el siglo XII y el XIV la expresión más extendida para referirse a las tierras y pueblos del rey de Aragón fue la de «Casal d'Aragó».

A finales del siglo XIII, el conjunto de los territorios era designado con nombres como "Corona Real", "Patrimonio Real" y una sola vez se menciona "Corona de Aragón y de Cataluña". A partir del siglo XIV se simplificó a "Corona de Aragón", "Reinos de Aragón" o simplemente "Aragón".

Por otra parte, existe un sector de la historiografía que considera la estructura territorial de la Corona de Aragón equivalente a la de una confederación actual. Sin embargo, esta concepción es discutida pues aplica conceptos políticos actuales a estructuras políticas de la Edad Media. También parece incorrecto, a pesar de los debates surgidos, referirse a la Corona de Aragón como corona catalano-aragonesa, puesto que esta denominación fue establecida en el siglo XIX y surge a partir de la renaixença, en obras como la monografía de Antonio de Bofarull y Broca, La confederación catalano-aragonesa (Barcelona, Luis Tasso, 1872).

La formación de la Corona de Aragón

La formación de la Corona tiene su origen en la unión dinástica entre el reino de Aragón y el condado de Barcelona.

Tras la muerte sin descendencia de Alfonso el Batallador el año 1134, durante el sitio de Fraga, su testamento cedía sus reinos a las órdenes militares del Santo Sepulcro, del Hospital de Jerusalén y de los Templarios. Ante este hecho insólito, los habitantes de Navarra, que en aquel momento formaba parte de las posesiones del rey de Aragón, proclamaron rey a García V Ramírez y se separaron definitivamente de Aragón. En este contexto, los nobles aragoneses tampoco aceptaron el testamento y nombraron nuevo rey a Ramiro II el Monje, hermano de Alfonso y que era entonces obispo de Roda-Barbastro. Ante esta situación, Alfonso VII de Castilla aprovechó para reclamar derechos sucesorios sobre el trono de Aragón, mientras que García V manifestaba sus aspiraciones y el Papa exigía el cumplimiento del testamento.

Las pretensiones de Castilla creaban un problema para el conde de Barcelona, Ramón Berenguer IV, pues coincidían con la rivalidad entre el condado y el reino de Aragón por la conquista de las tierras musulmanas de la taifa de Lérida. El rey de Castilla Alfonso VII dejó claras sus intenciones cuando en diciembre de 1134 penetró con una audaz expedición en Zaragoza e hizo huir a Ramiro. Sin embargo, esos hechos no acabaron siendo favorables a las aspiraciones del rey castellano, quien finalmente habría de renunciar a sus pretensiones sobre el reino aragonés. Por su parte, Ramiro II, a pesar de su condición de eclesiástico, se casó con Inés de Poitiers,[14] matrimonio del que tuvieron una hija, Petronila, en 1136. Ello obligaba a planear el futuro matrimonio de la niña, lo que suponía elegir entre la dinastía castellana o la barcelonesa.

El condado de Barcelona, en aquella época, estaba en manos de Ramón Berenguer IV. Anteriormente, ya había consolidado su supremacía sobre otros condados catalanes como Osona, Gerona o Besalú. Al mismo tiempo, se había puesto de manifiesto la potencialidad de la flota catalana, con hechos como la conquista momentánea de Mallorca (1114) o las expediciones llevadas a cabo por los condes barceloneses en tierras moras de Valencia, siendo frustradas sus intenciones por la intervención de Castilla, personificada por Alfonso VI y el Cid (derrota de Berenguer Ramón el Fraticida en Tevar). Al mismo tiempo, se iniciaba una política de alianzas ultrapirenaicas que culminarían en la unión de Barcelona y Provenza por el casamiento de Ramón Berenguer III con Dulce de Provenza.

Alfonso VII presentó la candidatura de su hijo Sancho, futuro Sancho III de Castilla, pero la nobleza aragonesa acabó eligiendo a la Casa de Barcelona, con la que se negociaron detalladamente los términos del acuerdo, por los cuales Ramón Berenguer IV recibiría el título de "príncipe" y "dominador" de Aragón. Se especificaba que si muriese la reina Petronila antes que Berenguer, el reino no quedaría en manos del conde hasta después de la muerte de Ramiro. Además, el Reino sí iría a manos de Berenguer si Petronila moría sin descendencia, o tenía sólo hijas, o hijos varones pero estos morían sin descendencia.

Ramón Berenguer pacta con el rey aragonés Ramiro Y yo el rey Ramiro sea rey, señor y padre en mi reino de Aragón y en todos tus condados mientras me plazca, entregando a la Corona de Aragón todos sus dominios como "dominador" o princeps[15] para ejercer la potestas real, pero no cedió ni el título de Rey ni la dignidad ni el apellido o linaje.

La capacidad de Ramón Berenguer para ejercer la potestas real en Aragón se muestra en hechos como que es al conde de Barcelona (venerande Barchinonensium comes), como gobernante de Aragón,[16] a quien los Caballeros del Santo Sepulcro, los Hospitalarios y los Templarios hacen concesión de sus derechos como herederos del rey Alfonso de acuerdo a su testamento, reconociéndole así como soberano en ejercicio sobre los territorios aragoneses.

En 1164, el hijo de Ramón Berenguer y Petronila, Alfonso II de Aragón, se convertiría el primer rey de la Corona y tanto él, como sus sucesores, heredarían los títulos de "rey de Aragón" y de "conde de Barcelona". Ramiro expresó por escrito que los títulos debían estar en ese orden.

La entidad resultante fue una mera unión dinástica, pues ambos territorios mantuvieron sus usos, costumbres y moneda, y a partir del siglo XIV fueron desarrollando instituciones políticas propias. Del mismo modo, los territorios anexionados posteriormente por la política expansionista de la Corona, crearían y mantendrían separadas sus propias instituciones. La obra de Jerónimo Zurita, de 1580, Anales de la Corona de Aragón contribuye decisivamente a la difusión de esta denominación, que se impondrá a partir del siglo XVI. El término «Corona de Aragón» obedece a la preeminencia del título principal de dignidad con el que se conocía el conjunto de territorios, reconocida ya por Pedro IV el Ceremonioso con sus propias palabras: «los reyes de Aragón están obligados a recibir la unción en la ciudad de Zaragoza, que es la cabeza del Reino de Aragón, el cual reino es nuestra principal designación y título».

Los territorios de la nueva Corona

Los territorios que pasaron a formar parte de la Corona de Aragón fueron los siguientes:

  • El Reino de Aragón (Jaca, Roda de Isábena, Huesca, Barbastro, Tarazona, Zaragoza y Calatayud).
  • Condados catalanes:
    • Condado de Barcelona (Cornellá, Besalú, Berga, Vic, Gerona, Manresa, Barcelona y Tarragona).
    • Herencia provenzal de la casa de Barcelona, de soberanía directa durante treinta años del reinado de Alfonso II de Aragón entre 1166 y 1196:[18] Provenza (Arles, Niza, Aix-en-Provence, Marsella), Carladès (Carlat), Gavaldá (Mende); y Millau (desde 1172).
    • Los territorios feudatarios y vasallos de la Corona: Béarn (Pau), Bigorra (Tarbes), Cominges (Saint Bertrand), Pallars Sobirá (Sort), Pallars Jussá (Tremp), Urgel (Castelciutat, Balaguer), Carcasona (Carcasona), Rasés, Rosellón (Castellrosselló) y Condado de Ampurias (Castelló de Ampurias).
  • Las conquistas de Ramón Berenguer IV: Daroca, Monreal del Campo, Montalbán, Caspe, Fraga, Lérida y Tortosa.

En cuanto al estatus jurídico, las nuevas adquisiciones de Ramón Berenguer IV (Daroca, Monreal del Campo, Montalbán) y Alfonso II (Teruel, Alcañiz) en los territorios aragoneses al sur de Zaragoza, que ya habían sido sometidos y después perdidos por Alfonso I el Batallador, fueron incorporados sin solución de continuidad al reino de Aragón y a sus usos y costumbres, obteniendo fueros y cartas de población heredadas de las de Jaca y Zaragoza.

En las conquistas de Tortosa y Lérida, Ramón Berenguer IV estableció sendos marquesados (marcas de frontera, al modo en que lo fue la Marca Hispánica franca), no dependientes ni de Aragón ni de Barcelona, sino de su propio patrimonio personal. A su muerte acabarán incorporándose a la Corona, tras algunas vacilaciones en el caso de la marca de Lérida —que en un principio perteneció a la diócesis de Roda-Barbastro—, pasando a formar parte de la órbita catalana.

Por lo que respecta a los condados independientes: Urgel, los Condados de Pallars (que carecían de frontera con el condado de Barcelona, separado de este casal por el poderoso condado de Urgel y estaba compuesto por el Pallars Sobirá o Alto Pallars y el Pallars Jussá o Bajo Pallars), Rosellón y Condado de Ampurias, cada uno se fue incorporando a la Corona de diversos modos desde segunda mitad del siglo XII hasta el siglo XIV. Algunos, como el de Urgel, mantuvo hasta 1314 una dinastía condal independiente, aunque desde el siglo XIII estuvo ligado por vínculos vasalláticos al rey de Aragón.

  • El Condado del Rosellón estaba gobernado por el conde Gerardo II de Rosellón, quien murió sin sucesión en 1172. Su testamento estableció que el Rosellón «todo íntegramente lo doy a mi señor el rey de los aragoneses» por la fe depositada en su soberano Alfonso II, que fue inmediatamente reconocido como rey en Perpiñán.
  • El Alto Pallars (Pallars Sobirá) se sitúa en la cuenca del Noguera Pallaresa y hace frontera con el valle de Arán, donde Pedro I había muerto interviniendo directamente en los asuntos de este territorio. En 1170 el conde de Bigorra Céntulo III se declaró vasallo de Alfonso II de Aragón, que le concedió a cambio en 1175 el título de Conde de Pallars Subirá y Conde de Ribagorza, recibiendo la tenencia del Valle de Arán.
  • El Bajo Pallars era un condado independiente con mayores recursos económicos que el del Alto Pallás, y su conde Arnal Mir de Pallars Jussà fue feudatario de Alfonso I el Batallador y jugó un importate papel en la unión de la reina Petronila y el conde Ramón Berenguer IV. En 1193 Alfonso II de Aragón intervino militarmente en el Bajo Pallás en defensa de los intereses de los descendientes de Arnal Mir, quienes (como señala Martin Aurell en 1995) lo entregaron a «tibi Ildefonso, venerabili rege Aragonis et comiti Barchinone et marchio Provincie» a causa de la fidelidad y homenaje prestados a Aragón desde hacía más de un siglo.
  • El Condado de Urgel tenía una trayectoria histórica individual desde comienzos del siglo IX, en que Aznar I Galíndez, conde de Aragón, Cerdaña y Urgel inicia la dinastía de este condado autónomo, hasta el siglo XIV. Ermengol VIII de Urgel sufrirá una rebelión y a su muerte, su viuda Elvira de Subirats aceptó la concertación con Pedro II en 1209 de la boda de su hija Aurembiaix con el futuro Jaime I que no fructificó al perder la Batalla de Muret y caer el condado de Urgel como botín en manos de Geraldo de Cabrera, a quien Jaime I tuvo que pagar una cuantiosa suma para reincorporarlo a la órbita de la Corona ya en el siglo XIII. Posteriormente, a comienzos del siglo XIV, Ermengol X de Urgel acordó con Jaime II de Aragón nombrar a Teresa de Entenza heredera del condado de Urgel a cambio de casarla con el futuro Alfonso IV de Aragón. En 1314 muere Ermengol y se celebra el enlace, con lo que el condado de Urgel pasa a integrar la Corona a todos los efectos.
  • Finalmente, el Condado de Ampurias estuvo enemistado con el conde de Barcelona desde el enfrentamiento entre Ponce II de Ampurias y Ramón Berenguer III en la década de 1120, que impuso por su fuerza el dominio sobre el pequeño condado costero aunque reconociendo, nominalmente, la independencia de sus condes que, sin posibilidades de crecimiento, rodeados por los dominios barceloneses, mantuvieron su relativa autonomía pagando rentas al soberano de la Corona de Aragón hasta que en el siglo XIV se incorporan a ella definitivamente.

La expansión de la Corona de Aragón

Durante el gobierno de Ramón Berenguer IV y Petronila, fueron conquistadas las ciudades de Tortosa, Lérida, Fraga, Mequinenza, además de la sierra de Prades, Siurana, Miravet... Más tarde, bajo el reinado de Alfonso II de Aragón, fueron conquistadas más tierras hacia el sur llegando hasta Teruel, y con los tratados de Tudilén (1151) y Cazorla (1179), la Corona fijaba su línea de expansión peninsular sobre los reinos musulmanes de Valencia y Denia.

Para consolidar su monarquía, Pedro II de Aragón había comparecido ante el papa Inocencio III en 1205 con objeto de infeudar Aragón al papado. Sin embargo, poco después el rey aragonés se enfrentó a los intereses de Roma al defender a sus vasallos de allende los Pirineos ante la cruzada contra los cátaros fomentada por el Vaticano. La derrota de Pedro II en 1213 en la batalla de Muret obligó a la Corona a renunciar a sus intereses ultrapirenaicos y dirigir su energía expansiva hacia el Mediterráneo y el Levante.

Durante el reinado de Jaime I, tuvo lugar la conquista de Mallorca y del reino de Valencia, a lo largo de la primera mitad del siglo XIII. Culminada la conquista del antiguo reino de Denia hasta Biar, límite acordado en el tratado de Cazorla, las tierras levantinas no fueron incorporadas a Cataluña o Aragón, sino que constituyeron un nuevo reino, el de Valencia, que adquiriría Cortes propias, fuero propio (los Fueros de Valencia), moneda propia, el dinero de Valencia,[25] [26] ejército propio integrado por milicias, con Pedro IV el Ceremonioso bandera propia que era escoltada por una compañía denominada el Centenar de la Ploma y, mantendría una dualidad lingüística entre los territorios más cercanos a la costa (habla catalana en su variante valenciana) y los del interior (habla aragonesa en su variante valenciana). Asimismo, tras la muerte del Conquistador, su testamento daría lugar al reino de Mallorca, que heredaba su hijo Jaime y que incluía las islas Baleares, los condados de Rosellón y Cerdaña y el señorío de Montpellier. Este reino de Mallorca resultaría políticamente muy inestable y sería finalmente anexionado nueva y definitivamente a la Corona por Pedro el Ceremonioso.

Desde finales del siglo XIII se inicia también la expansión de la Corona por el Mediterráneo. Jaime II retuvo el dominio conseguido por Pedro III de Aragón de la corona de Sicilia, aunque hasta el siglo XV se mantendría bajo el dominio de una rama secundaria de la dinastía. También Jaime II recibió la investidura de Cerdeña, que conquistaría en 1324 y supondría un duro esfuerzo de dominio a lo largo de los años siguientes. Asimismo, prolongó hacia el sur los límites del reino de Valencia, que mediante la Sentencia Arbitral de Torrellas (1304) alcanzarían los límites definitivos.

Se crea el Llibre del Consolat de Mar, un código de costumbres marítimas. Además, se fundan diversas compañías marítimas, como las grandes compañías catalano-aragonesas (Magnas Societas Cathalanorum), gracias a las cuales, en 1380 se conquistarían territorios como los ducados de Atenas y Neopatria, que quedarían bajo la soberanía de Pedro el Ceremonioso. De esta manera, la enseña de las cuatro barras de Aragón ondeó durante casi un siglo en la Acrópolis de Atenas.

Del cambio de dinastía a la unión dinástica con Castilla

Tras la muerte de Martín el Humano, la Corona se vio abocada a un periodo de interregno, pues falleció sin haber nombrado sucesor. En ese contexto aparecieron cuatro candidatos al trono: el infante Federico, Luís de Anjou, Jaime de Urgel y Fernando de Antequera, cuyas aspiraciones al trono se dilucidaron mediante el Compromiso de Caspe. La dificultad de las instancias dirigentes de Aragón, Cataluña y Valencia para ponerse de acuerdo evidenció una grave división en el seno de la Corona, que evolucionaría de manera favorable a Fernando de Antequera, representante de la dinastía castellana de los Trastámara. Ayudó a ello la actuación del papa Benedicto XIII, que en pleno Cisma de Occidente optó por promover al candidato castellano para asegurarse el apoyo de la Corona de Aragón y de Castilla. De este modo en 1412, Fernando fue nombrado monarca de la Corona. La nueva dinastía persistiría en la política expansionista, de manera que su sucesor, Alfonso V, conquistaría el reino de Nápoles en 1443.

La boda entre Fernando el Católico e Isabel la Católica, celebrada en 1469, en Valladolid, y la alianza consiguiente permitió que los castellanos apoyasen la política expansionista de Aragón en el Mediterráneo, al tener una política exterior común. El duque de Alba anexó el reino de Navarra a la corona de Aragón en 1512. Sin embargo en 1515 Navarra fue cedida a Castilla.

A pesar del matrimonio de los Reyes Católicos de 1469, ambos reinos conservaron sus instituciones políticas y se mantuvieron las cortes, las leyes, las administraciones públicas y la moneda, aunque unificaron la política exterior, la hacienda real y el ejército. Reservaron para la Corona los temas políticos, y actuaron conjuntamente en política interior. La unión efectiva de los reinos de Castilla, Aragón y Navarra se hizo bajo el reinado de Carlos I, que fue el primero en adoptar, junto a su madre Juana, el título abreviado de Rey de las Españas y de las Indias.

Los territorios de la Corona de Aragón en la Edad Moderna

La integración de los territorios de la Corona en la nueva monarquía estuvo marcada por el poder hegemónico de Castilla en el interior de la Corona. Su articulación tuvo lugar fundamentalmente a través de dos instituciones: el Consejo de Aragón y el virrey. El Consejo Supremo de Aragón era un órgano consultivo de la corona creado en 1494, a raíz de una reforma en la Cancillería Real realizada por Fernando el Católico, que desde 1522 estaría integrada por un vicecanciller y seis regentes, dos para el reino de Aragón, dos para el reino de Valencia y dos para el Principado de Cataluña, Mallorca y Cerdeña. Por su parte, los virreyes asumieron funciones militares, administrativas, judiciales y financieras.

Los conflictos se sucedieron a lo largo de los siglos modernos, hasta la Guerra de Sucesión. En 1521 tenían lugar las Germanías, un movimiento surgido en Valencia entre la incipiente burguesía, que se extendió hasta 1523. En Mallorca tuvo lugar en los mismo años otro movimiento similar, dirigido por Joanot Colom. La derrota final de los agermanados supuso una fuerte represión y la reafirmación del dominio señorial. Ya durante el reinado de Felipe II, tuvo lugar la prohibición a los súbditos de la Corona de Aragón de estudiar en el extranjero, frente al riesgo de contagio calvinista (1568). Asimismo, en 1569, todos los diputados de la Generalidad de Cataluña eran encarcelados bajo la acusación de herejía, en el marco de la disputa por el pago del impuesto del excusado. En 1591, tuvieron lugar las Alteraciones de Aragón, producidas cuando el ex secretario del rey, Antonio Pérez, condenado por la muerte del secretario de don Juan de Austria, se refugió en Aragón y el monarca transgredió todas los privilegios aragoneses para apresarlo e incluso hizo ejecutar al Justicia Mayor de Aragón.

Durante el siglo XVII, las tensiones fueron bastante mayores. Las necesidades financieras de los monarcas les condujeron a intentar aumentar por todos los medios la presión fiscal sobre los territorios de la Corona de Aragón, cuyas constituciones garantizaban importantes protecciones frente a ellas. Tras entrar en guerra la corona con Francia en 1635, el despliegue de los tercios sobre Cataluña generó graves conflictos que desencadenaron en la Guerra de los Segadores en 1640. Así, la Generalidad de Cataluña, planteando primero la formación de una República catalana, acabó por reconocer a Luis XIII de Francia como conde de Barcelona. El conflicto fue finalmente superado con la Paz de los Pirineos (1659), por la cual el condado del Rosellón y la mitad norte del condado de Cerdaña pasaban para siempre a dominio francés y Francia devuelve a España la baja Cerdaña. A finales del siglo, en 1693 estallaría también en Valencia la Segunda Germanía, un alzamiento campesino y antiseñorial, en torno a la partición de las cosechas.

La extinción de la Corona de Aragón: la guerra de Sucesión

A pesar de la gravedad del conflicto de los Segadores, Cataluña y el resto de territorios de la Corona preservaron sus fueros, instituciones propias, y autonomía política. Sin embargo, los sucesos posteriores a la proclamación de Felipe V como heredero de Carlos II marcarían el final del modelo institucional que los había caracterizado desde el siglo XII.

Cuando Carlos II murió y dejó finalmente como heredero a Felipe de Anjou, Felipe V, se formó en Europa la Gran Alianza de la Haya, entre Inglaterra, las Provincias Unidas y Austria, que no aceptaba la instauración de la monarquía borbónica en España y apoyaron las aspiraciones de otro aspirante, el archiduque Carlos de Austria. Jurado inicialmente como rey por las cortes catalanas (1701 - 1702) y aragonesas, en 1705, la fuerza de los partidarios del archiduque y los conflictos con el virrey Francisco Antonio Fernández de Velasco supusieron un nuevo alzamiento en armas de los catalanes, que apoyados por una flota inglesa, permitieron la entrada triunfal de aquel en Valencia y Barcelona. El año siguiente, el 1706, Carlos era proclamado rey en Zaragoza y en el reino de Mallorca. Sin embargo, los aliados no se vieron apoyados en su avances sobre Castilla, que les llevó a retirarse al reino de Valencia. La reacción bélica de Felipe V en el año siguiente supuso la conquista del reino de Valencia, tras la batalla de Almansa (25 de abril de 1707). Lo mismo sucedió con Zaragoza y el reino de Aragón, que fueron tomadas rápidamente. Tras ello, Felipe de Anjou firmó los Decretos de Nueva Planta con los que suprime los fueros, el derecho civil, y las fronteras arancelarias de dichos reinos. Una nueva penetración de los aliados en Castilla en 1710, a pesar de su entrada en Zaragoza y Madrid, no le sirvió tampoco para consolidar sus posiciones y les obligó a abandonar Aragón. En septiembre el archiduque se marchó de Barcelona y mediante el tratado de Utrecht de 1713, las tropas aliadas dejaron progresivamente Cataluña. El 11 de septiembre de 1714 fue tomada Barcelona y en 1715 la isla de Mallorca.

El triunfo borbónico fue seguido de una radical remodelación del sistema político de los reinos de la corona, asimilándolos al régimen de Castilla mediante los Decretos de Nueva Planta. Se situó al frente del territorio a un capitán general, un sucesor del antigo virrey que ya no se sometería a las leyes propias. Los intendentes pasaron a controlar el sistema finaciero y hacendistico, donde se aglutinaron los tradicionales ingresos de la Corona, los antiguos impuestos de las diputaciones del general y los nuevos impuestos aplicados para equiparar la carga fiscal de los territorios conquistados a la de los castellanos. La Nueva Planta trajo también la supresión de las autonomías municipales, de todo tipo de asamblea municipal, la designación de todos los cargos por autoridad real y la sustitución de las unidades administrativas por corregimientos. El castellano pasó a ser el único idioma oficial de todo el reino, resultando ser un importante perjuicio para el catalán, que hasta entonces era oficial en Valencia, Cataluña, y Mallorca y para el aragonés ,en Aragón. Todo este conjunto de reformas suponía la homogenización de Castilla y Aragón en el marco de un nuevo estado absoluto casi centralizado (sólo el Valle de Arán, las provincias vascongadas y Navarra, partidarios de Felipe de Anjou, mantendrían sus particularidades).

Los reyes de la casa de Borbón siguen empleando en sus títulos, entre muchos otros, los de rey de Aragón, de Valencia, de Mallorca, Conde de Barcelona, Señor de Molina, etc. y, al igual que los Austrias, la forma abreviada de Rey de las Españas y de las Indias.

Numeración de los monarcas

La numeración de los monarcas varía, en función del territorio al que se hace referencia. De ahí que algunos historiadores actuales prefieran hacer uso de los alias para hacer referencia a ellos: Pedro el Católico (Pedro II de Aragón), Pedro el Ceremonioso (Pedro IV), Alfonso el Magnánimo (Alfonso V). Sin embargo, el ordinal remite al título real principal, que era el de Aragón, como declara incluso el citado Pedro IV:

...y como quiera que los reyes de Aragón están obligados a recibir la unción en la ciudad de Zaragoza, que es la cabeza del Reino de Aragón, el cual reino es nuestra principal designación, [—esto es, apellido— (N. del A.)] y título, consideramos conveniente y razonable que, del mismo modo, en ella reciban los reyes de Aragón el honor de la coronación y las demás insignias reales, igual que vimos a los emperadores recibir la corona en la ciudad de Roma, cabeza de su imperio.
Apud Domingo J. Buesa Conde, El rey de Aragón, Zaragoza, CAI, 2000, págs. 57-59. ISBN 84-95306-44-1.

Bibliografía especializada

  • BECEIRO PITA, Isabel (2006). Libros, lectores y bibliotecas en la España medieval. Nausícaä. ISBN 978-84-96633-21-6.
  • BELENGUER CEBRIÀ, Ernest y Felipe Vicente Garin Llombart (eds. lits.), La Corona de Aragón, siglos XII-XVIII, Madrid, Sociedad Estatal para la Acción Cultural Exterior, 2006. ISBN 978-84-96008-81-6.
  • MOXÓ Y DE MONTOLIU, Francisco (1990). La Casa de Luna (1276-1348): factor político y lazos de sangre en la ascensión de un linaje aragonés. Münster, Westfalen: Aschendorffsche Verlagsbuchhandlung.. ISBN 3-402-05825-1.
  • MOXÓ Y DE MONTOLIU, Francisco (1986). Papa Luna: un imposible empeño: estudio político-económico. Zaragoza: Librería General.. ISBN 84-7078-145-6.
  • MOXÓ Y DE MONTOLIU, Francisco (1997). Estudios sobre las relaciones entre Aragón y Castilla (SS. XIII-XV). Zaragoza: Institución "Fernando el Católico".. ISBN 84-7820-387-7.
  • SARASA SÁNCHEZ, Esteban, La Corona de Aragón en la Edad Media, Zaragoza, Caja de Ahorros de la Inmaculada, 2001. ISBN 84-95306-85-9.
  • SESMA MUÑOZ, José Ángel, La Corona de Aragón, Zaragoza, CAI (Colección Mariano de Pano y Ruata, 18), 2000. ISBN 84-95306-80-8.
  • UBIETO ARTETA, Antonio, Creación y desarrollo de la Corona de Aragón, Zaragoza, Anubar (Historia de Aragón), 1987. ISBN 84-7013-227-X. Consultable completo en red.

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