Clases de vida

Yo me hice resentido social sin aspiraciones el día que un minero de Pola de Lena, desterrado en León por el gobierno de Franco, me llamó pequeñoburgués. Lo de pequeño lo fui asumiendo con los años por aquello de ser bajito sine die, pero lo de burgués, como no tenía conciencia de clase porque era pobre y además no había leído aún a Maquiavelo, ni a Rousseau e ignoraba la existencia de Stalin y del alcalde de Marinaleda, me dejó medio tibirolo y nunca lo superé.

Todo comenzó en Mieres a principios de los 60. Los mineros de la cuenca estaban en huelga, habían asaltado la comisaría y aquella misma tarde fui adoptado por un matrimonio de Almería que vivía en La Robla y allá me fui con ellos. Como eran ingenieros me colocaron en Agromán de listero, me compraron un ciclomotor y me largaron a Villamanín, cerca del Puerto de Pajares en cuyo Parador Nacional tuve la dicha de tomar el primer chupito de Rute de mi pajolera historia. Por allí avanzaba la zanja del cable coaxial León-Oviedo para la Telefónica y aquí el menda, a sus 14 añitos, era el encargado, entre otras cosas, de entregar cada sábado a los trabajadores los sobres con las 420 pesetas de su salario-limosna. Y fue en aquellos parajes, en Busdongo exactamente, donde el digno antifascista asturiano, tras abrir el sobre y ver el contenido, me arreó un par de guantazos que me sentaron de culo, debido a que el hombre llevaba meses reclamando el pago de unas horas extraordinarias y era yo el irresponsable. Acto seguido me llamó pequeñoburgués de mierda, segundos antes de que la pareja de la Guardia Civil que siempre me acompañaba en la turné semanal de Oviedo a León, se lo llevara.

Un juez lo condenó a pagarme dos mil pesetas, sin descontar el maltrato que le dieron por sus antecedentes políticamente incorrectos. Le devolví su dinero, tomamos sidra y centollos en La Virgen del Camino con su compañera y sus tres hijos. Me confesó que era seguidor del anarquismo cristiano y echamos de menos a José María Zapico, Juan Estévez, Pepe Carmona y a Pepe Arrebola, que podrían andar en aquellos años cursando el jodío bachiller. Dejé a los de Almería y me largué con mis adoptivos naturales: mis tíos, hermana de mi madre, ella y comunista de Montemayor, él; minero en La Magdalena que gustaba de escuchar todas las noches en familia la Radio España Independiente, estación pirenaica, la única emisora de España sin censura de Franco, etcétera, etcétera.

Le cuento todo eso en Bodegas Campos a Agustín Gómez, Rafael Mir, Joaquín Criado, Antonio Nevado, Varo Baena, Cristóbal Domínguez, José Ramón Jáñez, Manuel Gahete, Paco Lucena, Paco Dios, Paco Serrano y Rafael Trenas a la guitarra, Paco Martínez, El Toto, José Luis Priego y Pérez Cubillo, mientras distraemos unos hojaldres de espárragos de Almodóvar, cigarrillos de chorizo de Villaralto, cestitas de morcilla de Espejo, croquetas de jamón de Fuente Obejuna y alcachofas a la Montillana.

Antonio Perea

Escrito en la sección del diario Córdoba "Fantasías y algo de picar" publicado el 22 de abril de 2012.